San Buenaventura

De la tesis doctoral de Ratzinger teólogo

sobre San Buenaventura y la teología de la historia

Prefacio al segundo volumen de mis escritos

por Joseph Ratzinger

Después de la publicación de mis escritos sobre la liturgia sigue ahora en la edición general de mis obras un libro con estudios sobre la teología del gran franciscano y doctor de la Iglesia Buenaventura Fidanza. Desde el inicio ha sido evidente que esta obra habría contenido también mis estudios sobre el concepto de Revelación en el santo doctor, conducidos junto a la interpretación de su teología de la historia, en los años 1953-1955, hasta ahora inéditos.

Para completar todo este trabajo el manuscrito debería haber sido revisado y corregido según las modernas modalidades editoriales, cosa que yo no me he sentido en grado de hacer. La profesora Marianne Schlosser de Viena, profunda conocedora de la teología medieval y en particular de las obras de san Buenaventura, ha dignado ofrecerse a desarrollar tal trabajo necesario y ciertamente no fácil. Por esto no puedo sino agradecerle de todo corazón. Discutiendo sobre el proyecto hemos estado de acuerdo en que no se intentaría reelaborar el libro desde el punto de vista de los contenidos poniendo al día la investigación al estado actual. Con más de medio siglo de haber sido redactado el texto, esto habría significado, en la práctica, escribir un nuevo libro. Además deseaba que fuera una edición «histórica», que ofreciese así como era un texto concebido en un pasado lejano, dejando a la investigación la posibilidad de extraerle algo útil también hoy. La introducción de la profesora Schlosser trata de la cura editorial que se ha hecho, quien con sus colaboradores ha invertido mucho tiempo y mucho esfuerzo dedicado a preparar una edición histórica del texto, confiando en el hecho de que teológicamente e históricamente valiese la pena hacerlo accesible por entero a todos.

En la segunda parte del libro se presenta nuevamente «La teología de la historia de san Buenaventura» como fue publicada en 1959. Los ensayos que siguen son tomados, con pocas excepciones, del estudio sobre la interpretación de la Revelación y de la teología de la historia. En algunos casos han sido adaptados para poder constituir un texto en sí completo, modificándolos ligeramente según el contexto.

La idea de poner al día el manuscrito y presentarlo como libro al público debí abandonarla temporalmente junto al proyecto de un estudio comentado del «Hexameron», porque la actividad de experto conciliar y las exigencias de mi docencia académica eran tan exigentes que hacían impensable la investigación medieval. En el periodo postconciliar la situación teológicamente cambiada y la nueva situación en la universidad alemana me absorbieron tanto que pospuse el trabajo sobre Buenaventura al periodo posterior a la jubilación. Mientras tanto el Señor me ha conducido a lo largo de otros caminos y así el libro fue publicado ahora en su forma presente. Espero que otros puedan desarrollar la tarea de comentar el «Hexameron».

En un primer momento la exposición del tema de la obra podría parecer sorprendente y de hecho lo es. Después de mi tesis sobre el concepto de Iglesia de san Agustín, mi maestro Gottlieb Söhngen me propuso dedicarme al medioevo y en particular a la figura de san Buenaventura, que fue el más significativo representante de la corriente agustiniana en la teología medieval.

En cuanto se refiere al contenido, he querido afrontar la segunda importante cuestión de la que se ocupa la teología fundamental, o sea el tema de la Revelación. En aquel tiempo, en particular por motivo de la célebre ópera de Oscar Cullman «Christus und die Zeit [Cristo y el tiempo]» (Zurich, 1946), el tema de la historia de la salvación, especialmente su relación con la metafísica, se había vuelto el foco de interés teológico. Si la Revelación en la teología neoescolástica había sido entendida esencialmente como transmisión divina de misterios, que permanecen inaccesibles al intelecto humano, hoy la Revelación es considerada una manifestación de sí por parte de Dios en una acción histórica y la historia de la salvación es vista como elemento central de la Revelación. Mi tarea era la de buscar descubrir cómo Buenaventura hubiese entendido la Revelación y si para él existiese algo similar a una idea de «historia de la salvación».

Fue una tarea difícil. La teología medieval no posee ningún tratado «de Revelatione», sobre la Revelación, como en cambio sucede en la teología moderna. Además, demostré inmediatamente que la teología medieval no conoce tampoco un término para expresar desde un punto de vista de contenidos nuestro moderno concepto de Revelación. La palabra «revelatio», que es común a la neoescolástica y a la teología medieval, no significa, como se ha ido evidenciando, la misma cosa en la teología medieval y en la moderna. Para esto debí buscar la respuesta a mis impostaciones del problema en otras formas lingüísticas y de pensamiento e inclusive modificarla respecto a cuando me había aproximado a la obra de san Buenaventura. Ante todo era necesario conducir investigaciones difíciles sobre su lenguaje. Debí dejar de lado nuestros conceptos para entender qué cosa entendía Buenaventura por Revelación. En cada caso se ha demostrado que el contenido conceptual de Revelación se adaptaba a un gran número de conceptos: «revelatio», «manifestatio», «doctrina», «fides», y así por el estilo. Solamente una visión de conjunto de estos conceptos y de sus aserciones hace comprender la idea de Revelación en Buenaventura.

Ha sido claro desde el inicio el hecho de que en la doctrina medieval no existiese ningún concepto de «historia de la salvación» en el sentido actual del término. Sin embargo dos indicios demuestran que en Buenaventura estaba presente el problema de la revelación como camino histórico.

Ante todo se ha presentado la doble figura de la Revelación como Antiguo y Nuevo Testamento, que ha puesto la cuestión de la sintonía entre la unidad de la verdad y la diversidad de la mediación histórica puesta desde la edad patrística y luego afrontada también por los teólogos medievales.

A esta forma clásica de la presencia del problema de la relación entre historia y verdad, que Buenaventura comparte con la teología de su tiempo y que trata a su modo, se agrega en él también la novedad de su punto de vista histórico, en el cual la historia, que es continuación de la obra divina, se convierte en un desafío dramático.

Joaquín de Fiore (muerto en 1202) había enseñado un ritmo trinitario de la historia. A la edad del Padre (Antiguo Testamento) y la edad del Hijo (Nuevo Testamento) debía seguir una edad del Espíritu Santo, en la cual con la observancia del Discurso de la Montaña se habrían manifestado espíritu de pobreza, reconciliación entre griegos y latinos, reconciliación entre cristianos y judíos, y habría llegado un tiempo de paz. Gracias a una combinación de cifras simbólicas el erudito abad había predicho el inicio de una nueva edad en 1269. En torno al 1240 el movimiento franciscano se sumergió en estos escritos que tuvieron un efecto electrizante sobre muchos: ¿esta nueva edad no se inició quizá con san Francisco de Asís? Por este motivo dentro de la Orden se generó una tensión dramática entre «realistas», que querían utilizar la herencia de san Francisco según las posibilidades concretas de la vida de la Orden como había sido trasmitida, y «espirituales», que en cambio buscaban la novedad radical de un periodo histórico nuevo.

Como ministro general de la Orden, Buenaventura debió afrontar el enorme reto de esta tensión, que para él no era una cuestión académica, sino un problema concreto de su cargo de sétimo sucesor de san Francisco. En este sentido la historia fue tangible al improviso como realidad y como tal debió ser afrontada con la acción real y con la reflexión teológica. En mi estudio he querido explicar en qué modo Buenaventura afrontó este desafío y puso en relación la historia de la salvación con la Revelación.

Desde 1962 no había vuelto a poner la mano en estos escritos. Por lo tanto, ha sido entusiasmante para mí volverlo a leerlos después de tanto tiempo. Está claro que la impostación del problema así como el lenguaje del libro están influenciados por la realidad de los años Cincuenta. Después de todo, para las investigaciones lingüísticas no existían los medios técnicos que tenemos ahora. Por este motivo la obra tiene sus límites y es evidentemente influenciada por el periodo histórico en el que fue concebida. Sin embargo releyéndola me he quedado con la impresión de que sus respuestas están fundadas, si bien superadas en muchos detalles, y que todavía hoy tenemos algo que decir. Sobre todo me he dado cuenta que la cuestión de la esencia de la Revelación y el hecho de volverla a proponer, que es el tema del libro, tienen todavía hoy una urgencia propia, quizá incluso mayor que en el pasado.

Al término de este prefacio deseo agregar al agradecimiento a la profesora Schlosser el agradecimiento al obispo de Ratisbona Gerhard Ludwig Müller, que a través de la fundación del Institut Papst Benedikt XVI ha hecho posible la publicación de esta obra y ha seguido, con activa participación, el proceso editorial de mis escritos. Agradezco además a los colaboradores del Instituto, el profesor Rudolf Voderholzer, el doctor Christian Schaller, los señores Franz-Xaver Heibl y Gabriel Weiten. Finalmente agradezco a la editorial Herder, que se ha ocupado de la publicación de este libro con la precisión que la caracteriza

Dedico la obra a mi hermano Georg por su cumpleaños ochenta y cinco, agradecido por la comunión de pensamiento y de camino de toda una vida.

Roma, solemnidad de la Ascensión de Cristo 2009.

Extraído de:

Chiesso

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