…»Hace oír a los sordos y a hablar a los mudos.»

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Jesús, se nos muestra en el Evangelio de este Domingo, cercano a alguien que por su enfermedad (sordomudo) se siente excluido de la sociedad, pero Jesus le cura, es decir, le devuelve no solo la salud, sino la capacidad de sentirse uno con los demás y recuperar su dignidad. Qué duda cabe que éste será después, uno de los que anuncien con fuerza la alegría de la salvación, el Evangelio de la misericordia y del perdón.

También nosotros somo sordos cuando no oímos las necesidades de los demás y somos mudos, cuando no somos capaces de decir una palabra de aliento al que está en el sufrimiento o en el dolor.

Si vivimos con Cristo y en Cristo, entonces comprenderemos la verdad de lo que somos, es decir: pobres por nuestra incapacidad, pero como nos recordaba la segunda lectura, llamados a ser ricos en la fe y herederos del Reino, pues como el hombre del Evangelio, que al encontrarse con Jesus, experimentó un cambio radical en su vida, así nosotros también experimentamos con Cristo la fuerza de su palabra que nos llama a la conversión. Entonces, no nos escandalizaremos de nosotros mismos y podremos acoger con la palabra de Jesus, la invitación a escuchar a los demás y a poderles decir igualmente, una palabra de aliento. Pero si no acogemos la palabra de Cristo y no somos capaces de reconocer que él nos ha escogido en nuestra pobreza, para ser herederos de su reino, prometido a todos los que le aman, seguiremos siendo sordos y mudos, incapaces de acoger y dar la Palabra que puede devolvernos a la vida de la comunión y del amor, y que nos libera de la sordera y de la incapacidad de hablar; podremos amar y escuchar al Señor en su palabra y proclamarla a los demás. Podremos alabarle y bendecirle por los dones que nos concede, y, sobre todo, podremos dirigirnos a él con un corazón nuevo, que no excluye a nadie, sino que a todos acoge y ama, pues es un corazón libre para amar, abierto al amor y a la verdad.

Si escuchamos la Palabra que nos salva y que puede devolvernos a la alegría del amor y del perdón, podremos afirmar, también, que todo lo ha hecho bien y nos sabremos partícipes de ese bien y de esa bondad que viene de lo alto, que no depende de nosotros pero que sí debemos pedir para poderla llevar a la práctica.

Fuente: Contemplar y Proclamar

Enlace de interés:

Presentación «…Hace oír a los sordos y a hablar a los mudos.»

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