6 de enero

Tierra de paso, objeto de discordias, encrucijada de pueblos, culturas, razas, lenguas, Palestina ha sido invadida y ocupada, a turno, por los faraones de Egipto y los príncipes de Mesopotamia.
El deseo de venganza contra estos opresores había sido cultivado por largo tiempo en Israel (cf. Sal 137,8-9). Sin embargo, la venganza y la represalia no entraban en los planes de Dios. Un profeta anónimo del siglo III a.C. revela, por el contrario, cuáles eran en realidad los sueños de Dios: “¡Un día los egipcios darán culto a Dios con los asirios. Aquel día Israel será mediador entre Egipto y Asiria; será una bendición en medio de la tierra porque el Señor Todopoderoso los bendice diciendo: «¡Bendito mi pueblo, Egipto, y la obra de mis manos, Asiria, y mi herencia, Israel!»” (Is 19,23-25).
Una profecía sorprendente, inaudita, increíble: Israel está destinado a ser el mediador de la salvación para sus dos enemigos históricos, los asirios y los egipcios.
Un siglo antes, otro profeta había anunciado: “El Señor conducirá a todos los extranjeros a su monte santo y los colmará de la alegría de su casa” (cf. Is 56,6-7).
El sueño de Dios se realizó cuando surgió en Jacob, como el Señor había prometido (cf. Nm 24,17), la estrella, Cristo el Señor. Su luz disipa las tinieblas creadas por odios ancestrales y convoca a todas las gentes a formar una única familia. Es este el mensaje de esperanza de la Epifanía, la fiesta de la luz.
* Para interiorizar el mensaje, repetiremos:
“Su luz hará florecer la justicia y abundar la paz,hasta que se apague la luna.”
Fuente: macaubulletin
Imagen: mvcweb.org
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